“El tema clave ahí es”.
Cinco palabras derrochadas.
“Te escribo para comentarte un tema que ha venido pasando”.
Diez.
Cuando se trata de lenguaje flojo, no hay límite.
“Hablas mucho pero comunicas poco”, le dijeron alguna vez a un amigo. Aunque el feedback era para él, pero me lo tomé personal.
Qué montón de energía desperdiciada en discursos de una hora que podrían haber sido de veinte minutos.
¿En qué momento separamos nuestra capacidad de expulsar palabras de la capacidad de pensar con claridad?
Hay que apretar el verbo. Ya sea para que la comunicación dentro de la empresa sea efectiva o por lo menos para que no nos aburran con sus conversaciones prefabricadas.