Hay gente que cree que si tan solo el día tuviera más horas, ellos podrían hacer todo lo que tienen que hacer. Esto, por supuesto, es absurdo. De nada sirve tener 36 horas disponibles si uno opera en un enredo mental que impide lograr cualquier cosa.
Gracias a que un buen amigo me heredó su biblioteca de cuando era banquero (hoy es historiador), me leí uno de esos libros famosos de productividad que creo que nunca habría comprado. Se llama Getting Things Done de David Allen y me pareció esclarecedor.
Allen tiene todo un sistema de productividad armado, pero lo que me pareció realmente importante es el principio detrás: todo es acerca de liberar espacio mental.
Me hizo pensar en los computadores de antes (y, tristemente, en mi computador de ahora) que se ponían lentísimos entre más programas abría uno. Con un problema adicional: entre más se demoraba en responder más me impacientaba y mi manera de calmar la ansiedad era abrir otro programa —¡pedirle más a la pobre máquina!— lo que terminaba de colapsar al pobre Windows 95. Según entiendo, esa parálisis operativa tiene que ver con algo que se llama RAM. Entre más RAM tiene el computador, más programas simultáneos puede correr.
Ahora bien, ningún computador, por más sofisticado que sea, puede correr todos los programas al tiempo. La RAM es limitada y si uno quiere que el computador ande bien tiene que cerrarle ventanas a internet, salirse de Age of Empires II (¿qué épocas, ah?), y pausar la descarga del video de Eminem por Limewire.
Y así como al computador hay que liberarle espacio de RAM para que funcione bien, a la mente humana hay que liberarle espacio mental.
No estoy hablando de multitasking. Multitasking es intentar hacer más de una tarea al tiempo. (La palabra clave es intentar, pues yo sí que estoy convencido que es imposible hacer más de una tarea el tiempo). Pero esto no es multitasking, esto es más simple y se puede decir en español: tener la mente atareada.
Esa persona que en el almuerzo se está quejando porque el día no tiene suficientes horas estuvo, entre 10 y 12, intentando redactar el correo, que es tan importante y que lo tiene tan estresado, mientras pensaba que tenía que recoger a sus hijas del jardín, y que no le ha pagado al plomero, y que no se le puede olvidar pedirle a la secretaria que organice el almuerzo con los chinos. En otras palabras: esa persona intentó trabajar pero tenía la mente atareada.
La productividad —vaya insight— es una función de una mente clara. El objetivo, dice Allen, es alcanzar una mente zen. Vista así, la productividad es una hija de la meditación. Para ser una persona productiva primero hay que tener claridad de qué se va a hacer y luego, cuando uno se sienta a hacerlo, hay que tener la mente en blanco, como cuando se medita. O por lo menos una mente despejada; una mente no atareada.
Hasta que leí este libro de Allen yo pensaba que la planeación de la semana que hago los domingos me servía para organizarme. Ahora entiendo que me sirve en realidad para liberar la mente. Para que cuando me siente a escribir no esté pensando en la propuesta que tengo que mandar, en la entrevista que tengo que preparar, en la cita para quitarme la uniceja (¿qué épocas, ah?) que tengo que confirmar.
El trabajo ha cambiado. Antes uno araba el campo con la mente ocupada en otras cosas y se salía con la suya. Hoy el trabajo —para muchos— es tan intelectual, que uno no puede andar pensando en otra cosa cuando su trabajo, en gran medida, es pensar. ¿Ven la competencia por los mismos recursos?
Primero hay que pensar —aclarar lo que se va a hacer, consignarlo en un sistema externo a la mente— para luego, sí, trabajar.
Recomendación de la semana
Documental: La toma de Angus Gibson y Miguel Salazar
Hace años me ví este extraordinario documental sobre la toma del Palacio de Justicia de Colombia por parte de la guerrilla del M-19. Durante muchos años lo busqué sin éxito en la deep web y el sábado pasado lo encontré en Youtube.
Tiene las tomas (perdón) más increíbles. Estos camarógrafos estaban en la línea de fuego. De no creer.
Este es el link.