Productores de azúcar

En enero decidí borrar redes sociales de mi celular. De lejos la mejor decisión en lo que va del año. Todavía las reviso esporádicamente en el computador (twitter más de lo que me gustaría, instagram cada vez menos), pero he vuelto a sentir la libertad de coger el celular para escribir por whatsapp y no perderme 25 minutos porque el rosado de la aplicación de Instagram me secuestró la atención.

Mi desencanto con las redes sociales empezó cuando Instagram quiso volverse Tik-tok y empezó a tenerle sin cuidado todo lo que uno posteara que no fuera video. Hasta ese momento habíamos llevado la cuenta de 13% de 0 a 24 mil seguidores, sin subir casi videos, más que todo con stories y posts de texto. Con el vuelco de la plataforma para favorecer los videos, los creadores nos vimos frente a la disyuntiva: adaptarnos o rebelarnos.

Yo escogí la rebeldía. Me rehusé a volverme tiktokero y preferí dejar que esa cuenta muriera de inanición a pesar del precio a pagar por ello.

Y el precio a pagar es alto. Podré criticar mucho a Instagram y a Tik-tok pero no puedo negar que su capacidad de cooptar la mente de la gente es asombrosa. Aunque nos habíamos desaparecido de Instagram, seguíamos publicando episodios de 13%, que se escuchaban más que nunca. Aun así todo el tiempo conocidos me decían «¿Qué les pasó que no los he vuelto a ver?». No estar en Instagram para mucha gente es lo mismo que no existir.

Es difícil cuantificar cuántos oyentes hemos dejado de capturar y cuántos negocios hemos perdido por no estar en Instagram levantando la mano, diciendo como Samper «aquí estamos y aquí nos quedamos», subiendo videos de cualquier bobada (o del top 5 de bobadas, para seguir la fórmula) y contribuyendo a esa montaña de azúcar que se han vuelto las redes sociales.

Productores de azúcar

La pregunta que nos tenemos que hacer los que publicamos textos, podcasts, y videos es si queremos crear para el algoritmo o para la audiencia. Uno se mete hoy a Instagram y lo más probable es que se cruce con gente creando para el algoritmo. En esa categoría están los que siguen la formula de los «5 mejores consejos, 5 mejores libros, 5 cosas qué…». De otro lado están los que crean para una audiencia y entonces se preocupan por crear cosas que sean valiosas para los consumidores.

Como pueden ver, las máquinas ganaron y hoy la gran mayoría de creadores son siervos del algoritmo. Triste, ¿no creen? Es un pacto con la máquina: a cambio de la promesa de ser virales, de tener una audiencia masiva, a la gente no le preocupa producir basura. A veces, lo reconozco, no es basura. Pero en todo caso es azúcar. El algoritmo ha descifrado la manera de volver adicta a la gente al contenido y, como el niño al que ya le duele la barriga por exceso de glucosa y se traga otro smartie, nadie puede parar de ver esos videos. La máquina tiene cooptados a los creadores, que trabajan para ella, y a los consumidores, que están secuestrados dentro de ella.

Me pregunto mucho que debería hacer yo. ¿Contribuir a la máquina de azúcar y crecer más rápido? ¿Ser purista (como tiendo a ser) y crecer más lento sabiendo que estoy desaprovechando una oportunidad?

No hay duda de que más gente va a escuchar el podcast si saco fragmentos de video de él. Ya lo he hecho. No creo que eso sea darle basura a la gente. Pero si es meterle más sucarosa a la máquina y me molesta desde el punto de vista moral.

Ahora, uno podría decir que al menos uno está visibilizando algo que tal vez es más valioso que otro tipo de contenidos. Que en el análisis final uno le hizo bien a la sociedad pues reemplazo un gramo de basura por uno de proteína. No sé.

Otra cosa que pienso es que es imposible que el pacto con la máquina sea tan bueno. Es un instinto muy básico de «eso tan bueno no dan tanto»: en el largo plazo la gente se saturará de ver videos de 60 segundos y no tendrá tan buen concepto de su reelsero de confianza.

Bajo esa teoría, en el largo plazo ganaremos los que no tomamos el atajo y nos dedicamos a producir cosas valiosas. Y ustedes creerán que yo soy del segundo tipo de creador, los que crean para su audiencia. Pero la verdad es que últimamente me ha tenido sin cuidado eso de «crear contenido de valor». Lo que hago no lo hago pensando en la audiencia. Lo hago pensando en mí. Si eso resulta valioso para alguien, maravilloso. Pero lo principal es que hacerlo sea valioso en sí mismo para mí. Que hacer podcast me presente gente interesante con ideas interesantes. Que escribir estos newsletters me pula como escritor.

Claro que este texto me quedó desordenado y nada pulido. Debe ser el exceso de azúcar.


Recomendación de la semana

Podcast: Casey Neistat’s Unrelenting Pursuit of Interestigness 

Uno de los youtubers más exitosos hablando de temas similares: de su horror por crear para una máquina, de industrializar la creatividad, entre otros. 

Está en Spotify y Youtube

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Soy Andrés Acevedo (TwitterLinkedin), el escritor detrás del hit cultural 13%, el podcast sobre trabajo y carrera profesional. Más sobre mí aquí.