Hay gente, como Daniel Bilbao, que apenas se monta a un taxi se pone a calcular los costos de la gasolina y del mantenimiento, el margen del negocio, y la plata que le queda al final del día al conductor. Yo no soy así. Hay gente, como Andrés Arango, que da vueltas por los centros comerciales mirando los puestos de helados y preguntándose por qué manejan cuatro sabores en vez de tres. Yo compro el Mcflurry y me doy por bien servido.
Esa gente es empresaria nata. Van por las calles con un lente empresarial; calculan PyGs a manera de entretenimiento. Les es tan natural como respirar. Yo me enteré ayer qué significa PyG (perdidas y ganancias). Andrés Arango me lo tuvo que explicar.
Hay una tentación arquetípica para el que, como yo, quiere ser creador. Consiste en volver su creación el mejor negocio posible. Para los puristas, mezclar arte con lucro es la manifestación de un alma corrompida. Para mi no es un asunto de almas sino de estómagos. Nadie aguanta el remezón estomacal de una cuenta de ahorros que se reduce y que no se sabe cuándo vuelva a crecer. Para ponerlo en términos de mis aprendizajes recientes: cuentas que mucho P y poco G. El romanticismo del artista que muere de inanición es, en el plano del ideal, un suicidio, y en el plano de la realidad una cosa del todo impráctica pues le sale mucho menos arte al muerto que al que sabe prolongar la vida. Lo que nos lleva a la tentación arquetípica.
La secuencia es bastante predecible: el artista crea algo valioso (por lo general no comercial) lo que le abre puertas a oportunidades comerciales. Se va por las nuevas iniciativas comerciales y el precio a pagar es abandonar sus exploraciones artísticas. Le pasó a Herge, el creador de Tintin, que tras el éxito de Tintin terminó creando una suerte de Tintin empresarial, un negocio lucrativo que por supuesto fue un fracaso de cara al público. Es la paradoja del éxito: el éxito abre puertas, que se vuelven distracciones e impiden el éxito futuro.
Yo no soy un empresario nato, pero he entendido que tengo que ser —al menos— emprendedor funcional. La carrera de creador hay que financiarla. Y como no le tengo fe a las becas del Ministerio de Cultura, ni he conocido mecenas modernos, tendré que ser yo el que descifre la forma de financiarme. Lo que me lleva de nuevo a la tentación arquetípica.
Hay un paradigma que domina el mundo empresarial y es que las empresas deben llevarse a su máxima expresión. A su óptimo. En ese mundo no basta una empresa rentable, sino la empresa más rentable posible. Los empresarios ambiciosos aspiran a meterse entre las 500 empresas más grandes de Revista Semana y los más ambiciosos a meterse entre las Fortune 500. Es difícil encontrar emprendedores que aspiren a tener una modesta empresa funcional.
Cuando uno habla con ellos, todos le muestran las brechas actuales de su negocio. Podría ser mejor, podría estar en negocios más rentables, podría tal y cual cosa. Uno se siente desaprovechando el potencial de su creación —se siente «perdiendo plata», como me dice un buen amigo empresario—. Después me acuerdo que no aspiro a ser un gran empresario, sino un emprendedor funcional, que no voy detrás de listas tasadas en 500 unidades sino detrás de financiarme como escritor, y se me pasa.
La estrategia empresarial, me recordó Juan Mario Giraldo, es acerca de ganar. Pero a esa afirmación le falta un complemento. La pregunta que siempre se hacen en estrategia: ¿qué es ganar para mí?
Cuando ganar deja de ser una aspiración única —la de entrar al ranking de una revista venida a menos— entonces se vuelve posible hacer las paces con la idea de ser un emprendedor funcional. Seth Godin dice que el capitalismo debería ser algo que nos sirva, y no un sistema al que debemos servir.
Yo creo que para ser el mejor en algo tiene que ser obsesivo con ese algo. Sentir una pulsión primigenia, inexplicable, por volverse mejor en un oficio. Para ganar el juego de los empresarios hay que ir por el mundo preguntándose cuánta plata podría ahorrarse McDonald’s si eliminara uno de sus sabores de helados y cuánto le quedaría al taxista si solo trabajara en ciertas horas del día. Solo una fuerza de atracción potente —otra manera de decir «obsesión»— puede mantenerlo a uno en la ardua épica de volverse el mejor en algo. Algunos sienten esa atracción por las empresas, otros la sentimos por escoger perfectamente la palabra que sigue.
Recomendación de la semana
Album: American IV por Johnny Cash
Es mi álbum preferido. No me canso de escucharlo. Además, la historia detrás de su concepción es extraordinaria. Johnny Cash puede ser de las pocas personas que han alcanzado la verdadera redención. Su historia de vida es -no encuentro otra manera de decirlo- heartbreaking. Hay un documental increíble que cuenta su vida y también la historia de cómo llego a hacer este album de la mano del legendario productor Rick Rubin.
Estuve revisando las canciones para decirles cuál es mi preferida pero no tengo. Casi todas han sido mis preferidas en algún momento. Hoy en día probablemente es Streets of Laredo.
Este es el link al album.
Esta semana en Atemporal: Conversé con David Escobar sobre lo que le aprendió a Juan Felipe Gaviria, sobre el trabajo como antivalor, sobre el legado de los líderes tridimensionales que vinieron antes y sobre resistirse a ciertas tendencias sin perder de vista el espíritu de los tiempos.