Los restaurantes de dos platos

Hay algo sobre los restaurantes de dos platos que me atrae. Ajiacos y mondongos vende ajiacos, mondongos, y cazuelas de frijoles. Este año les dio por empezar dizque con sopa de arroz, pero los perdono pues el promedio de un plato por cada 8 años de existencia es bastante decente. Creo que lo que me atrae de esos restaurantes de pocos platos es el mensaje tácito: aquí hacemos solo dos cosas, o sea que las hacemos mejor que nadie. Además, reduce el riesgo para el comensal que no tiene que adivinar en cual sección del menú de dos mil platos está el corazón del restaurante y en cuál se esconde el último capricho del hijo de la dueña.

Esa devoción a un pequeño puñado de cosas es un compromiso obligado con la excelencia. No hay otra forma de ofrecer poco y salir bien librado que obsesionándose con hacer la mejor frijolada de este lado del ecuador. Esa obsesión con la excelencia es escasa hoy en día. Y es escasa porque es fácil engañarse. Decirse que uno tiene treinta y cuatro sabores de jugo porque los gustos de los clientes son variados. Que uno ofrece vegetariano, vegano, con gluten y sin gluten poque de lo contrario excluiría a potenciales comensales. A veces es cierto. Otras veces es refugio; es no querer cargar con el peso de la excelencia y justificarlo a punta de palabras sofisticadas. Así como hago yo cuando no digo que me equivoque, sino que tomé un hard choice. O como cuando uno invoca a Whitman y el «contengo multitudes» para justificar cualquier desliz moral.

Los estadounidenses han sido una nación de artesanos. De gente obsesionada con su oficio, su craft. Cuando uno cree que algo no puede hacerse mejor, aparece un gringo y encuentra dos grados más de calidad que no sabíamos que cabían en el plano. Robert Caro, el biógrafo de Robert Moses y de Lyndon Johnson, se mudó con su esposa a un pueblo remoto en la periferia de Texas con el único propósito de ganarse la confianza de los pueblerinos y que ellos le contaran, sin filtro, la infancia del presidente Johnson. ¿Qué tal esa muestra de excelencia? Caro podría haberse contentado, como el resto de biógrafos, con los dos o tres lugares comunes sobre la infancia de Johnson. Pero a Caro nada le importa tanto como su craft.

Llevado a ese nivel, el craft trasciende lo meramente valioso y se vuelve estéticamente sublime. Esto es fácil de ver en un revés magistral de Federer, o en casi cualquier movimiento de Messi en el último mundial. Pero también se siente en el carpintero que tiene todos sus movimientos perfectamente delineados, como si no fuera carpintero sino bailarina de ballet. Un oficio desplegado en su máxima perfección es un deleite para quien lo ve.

Claro que la paradoja de esto es que la verdadera maestría se ejecuta con tanta gracia que parece fácil. El maestro hace ver fácil algo que le costó la mayor dificultad dominar. El espectador ingenuo cree, así no lo admita, que él podría hacer algo parecido si tan solo se decidiera a ello. Esto, espero no me toque explicarlo, es una herejía. Hay una cantidad de esfuerzo inconmensurable detrás de las mil doscientas páginas que se pasan tan fácil en un libro de Robert Caro. La gracia de John F. Kennedy, que Hemingway describía como cool under pressure, solo puede ser producto de una vida de tribulaciones. Solo que eso no se ve, lo que se ve es a Kennedy pintando barquitos en servilletas como si el mundo no bailara al filo del Armagedón.

Lo que apreciamos como estéticamente superior —la novena de Beethoven, el David de Miguel Ángel, el comienzo de la Divina Comedia— nace de un esfuerzo poco glamuroso. Son miles de prácticas imperfectas las que dan vida a una interpretación perfecta. Allí, en las entrañas pantanosas de la perfección, está un sudoroso reportero de apellido Caro hastiando a sus entrevistados con la misma pregunta desde hace cuatro sesiones: ¿Y qué hacía Johnson en ese momento?

No es común encontrar el refinamiento obsesivo con un mismo plato, pero hay que celebrarlo siempre que se dé con él.  


Recomendación de la semana

Documental: Turn Every Page: The Adventures of Robert Caro and Robert Gottlieb

Este documental es entrañable. Es precisamente sobre el craft de Caro y el de su editor durante toda una vida.

Tuve que alquilarlo por Amazon Prime pero han sido los mejores 4 euros que mi hermana ha tenido que pagar.

Les dejo el trailer.

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Soy Andrés Acevedo (TwitterLinkedin), el escritor detrás del hit cultural 13%, el podcast sobre trabajo y carrera profesional. Más sobre mí aquí.