Lo difícil de las situaciones difíciles no es solo superarlas, también es depurarlas. Aprender la lección correcta.
En una tertulia de las que hacíamos para aprender sobre el trabajo y la carrera profesional, David Escobar nos contó el cuento de la gata, que le leyó a Mark Twain. Una gata, desprevenida, se sienta en una estufa caliente y se quema. La gata queda traumatizada y de la desafortunada experiencia aprende a nunca más sentarse en estufas calientes. Y en estufas, en general. Es más, aprende a nunca más sentarse.
No siempre es fácil aprender lo que hay que aprender. A veces toma tiempo desenterrar la lección correcta; hace falta remover mucha tierra antes de empezar a ver con claridad.
El problema es que cuando uno está pasando por un momento difícil quiere superarlo cuanto antes. Y en ese afán de cerrar la herida, se presenta una lección incorrecta —pero que consuela— y uno se ve tentado a agarrarla. Entonces el despechado decide aprender de su separación que todas las mujeres están locas y el quebrado se queda con la convicción de que es imposible hacer empresa en un país como este. Por no aguantarse hasta la sutura, uno se estampa una curita llena de tierra que a la larga no cura, pero sí infecta.
Es sabiduría esencial y me la gritó estos días un mural del Principito que hay en mi barrio y que había ignorado hasta que tuve ojos para verlo: «Es una locura odiar a todas las rosas porque una de ellas te pinchó. Renunciar a todos tus sueños, porque uno de ellos no se realizó».
Es una locura no volver a asentarse nunca más porque un fuego descarriado te quemó.
Recomendación de la semana
Documental: Searching for Sugar Man.
No creo haber escuchado una historia más inaudita que al de Rodriguez.
Veanse este documental.