Históricamente, he tenido dos reacciones ante el feedback. La primera es incomodidad. La segunda es rabia. Esta última me posee sobre todo en twitter cuando algún anónimo, que generalmente no tiene criterio sobre el tema que me está corrigiendo, me indica el camino a seguir no sin antes restregarme con una buena dosis de odio. Pero no quiero perder esta oportunidad desahogándome de los expertos de todo, experimentados en nada, que pueblan esa red social. Prefiero hablar del primer tipo de feedback, el que incomoda.
Hoy en día puedo decir que a la hora de crecer profesionalmente hay pocas cosas tan importantes como el feedback. Cuando uno está empezando su vida profesional dice lo mismo, solo que no lo entiende. En ese momento uno compensa la falta de exposición con frases que ganan likes en LinkedIn y uno repite como buen miembro de rebaño. Así es como el recién graduado termina predicando la importancia del fracaso (que nunca ha sufrido), y resaltando la necesidad del feedback, que considera justo y necesario.
La verdad es que el feedback es maluco. Produce nauseas. Voy a apostar que más del 90% de los días en los que ustedes han recibido feedback se han convertido en días malos. Cuando a mí me dan feedback se me desata una mini crisis existencial. Siento que no soy bueno para nada y, peor, que nunca voy a ser bueno para nada. Puedo estar en racha, sentirme el más brillante, creerme imparable, y aun así un pedazo de feedback puede acabarme la dicha. Un feedback —de los que incomodan— me baja del high y me hunde en el sótano.
Algo que he aprendido es que ese malestar es el principal síntoma de que el feedback es bueno.
Existe, por supuesto, el mal feedback. El que da el twitero anónimo, que produce rabia, pero no la incomodidad a la que me refiero. También es mal feedback el del amigo que, aunque bien intencionado, está demasiado imbuido en su propia experiencia y sus sugerencias terminan siendo una extrapolación de su historia de éxito y por lo tanto inapropiadas para uno.
El buen feedback tiene en cuenta el contexto del que lo recibe, proviene de alguien que ha vivido una experiencia similar o de un sabio, y aunque sale de la boca de otro se queda pegado en los intestinos del retroalimentado. Como un chicle.
Como el chicle que se traga, el buen feedback produce gastritis. Uno se demora en procesarlo; el malestar es prolongado, pero necesario. Lo usual es que mientras el chicle esté ahí, produciendo desorden interno, uno busque razones por las cuáles esa información no es real o no le aplica. Uno libera una suerte de ácido estomacal para disolver el chicle, pero ahí sigue.
Hace unos años al gremio podcastero se le ocurrió hacer un ejercicio de crítica mutua. La idea era que cada creador de podcast escuchara otro podcast y lo criticara. Me pareció que era una idea espantosa. La critica de 13% la hizo Sara Trejos. Dijo, entre otras cosas, una que me molestó mucho: que le había parecido algo cursi las narraciones que hacíamos de nuestros entrevistados. Noten que digo que me molestó, no que me dio rabia. Era feedback del bueno. Era chicle.
Esa crítica, aunque incómoda, nos sirvió para mejorar. Vean que cumplía con los dos requisitos del buen feedback: era contextual porque Sara conoce el mundo de los podcasts y había escuchado con atención el nuestro, y salía del criterio que había adquirido en experiencias como productora de podcasts. Hoy 13% es bastante menos cursi gracias a Sara.
Si uno es de los que cree que toda opinión es válida, le espera un infierno intestinal en lo que se refiere al feedback porque va a terminar tragando ya no chicles sino piedras. Y esas no producen precisamente gastritis.
Hay que aprender, entonces, a masticar el feedback; a diferenciar cuando es piedra y cuando es chicle. Al final del día, como dice Naval, todos los consejos se cancelan entre sí hasta llegar a ceros. Por eso, en términos de feedback, conviene priorizar calidad por encima de diversidad, y tragar solo chicle, que, aunque no hace parte de la familiar, sí que hace parte de la canasta básica profesional.
Recomendación de la semana
Playlist: Canciones 13% para bajarle a la ansiedad
Hace unos años creamos esta playlist, que el hermano de un podcastero reconocido usa para trabajar. Es más que todo música en inglés suave, indie folk creo que le llaman al genero, y tiene varias de mis canciones preferidas:
Está en Spotify.