Gente encerrada

La diferencia más dramática entre Bogotá y Madrid ocurre los domingos a las seis de la tarde.

No voy a decir qué hace la gente de Bogotá a esa hora, pues todo el mundo tiene derecho a lidiar en su intimidad con la neurosis de domingo. Pero sí diré lo que pasa con la ciudad: se vacía. Todo el mundo se encierra en sus apartamentos y las calles alcanzan su máxima atmósfera apocalíptica. Da miedo caminar en Bogotá un domingo a las seis.

En Madrid pasa exactamente lo opuesto: domingo a las seis es la hora pico. En Madrid siempre hay multitudes, pero el gentío a esa hora es extraordinario. No hay un punto en el que Madrid alcance más vida que cuando Bogotá está más allá de la muerte.

No creo que este sea un tema psicológico. No es como que el madrileño prefiera vivir la angustia existencial dominguera en las calles mientras que el bogotano opta por digerirlo bajo las cobijas viendo Netflix. Este asunto va más allá. En Madrid la gente vive en la calle; en Bogotá la gente vive encerrada.

La gente se encierra porque la ciudad es muy insegura y la ciudad se vuelve más insegura —o al menos se siente— porque la gente anda encerrada, y los criminales —esos sí— los únicos en la calle. Pablo Londoño anotaba en sus reflexión de año sabático (texto, por cierto, muy recomendado) que la aspiración bogotana es a tener un apartamento amplio para no tener que sufrir la ciudad insegura y congestionada. Es una solución entendible pero desafortunada.

Luis Carlos Valenzuela, que fue ministro de Minas, preguntaba en un discurso de grado ¿dónde están las élites? «El problema de Colombia», decía, «no es un problema de guerrilla; el problema de Colombia no es un problema económico. El problema de este país es que poco a poco se quedó sin élite». Luego Valenzuela precisaba su concepto de élite, que tiene que ver más con educación y visión que con dinero: «Las carteritas con logos se compran. El derecho a ser élite no».

Si la pregunta es dónde están las élites, una posible respuesta es «encerradas en sus cómodos apartamentos». O montadas en carros blindados a los que no se les daña la suspensión cuando hunden las llantas en los huecos de la ciudad. O insuladas de los problemas de la sociedad paseando en carritos de golf en sus ciudades paralelas en las que todo es felicidad.  

Reitero: razones tendrán. Tal vez esa solución de armarse el traje espacial cuando afuera el oxígeno empieza a escasear se vuelve necesaria cuando uno ya perdió la fe en la administración o en la otra gente de la ciudad. Pero lo cierto es que esa estrategia en el largo plazo va a fallar.

Como se preguntaba una amiga, ¿de qué nos sirve vivir en el castillo más esplendoroso si en el reino solo viven mendigos?

Llega el momento en el que, como siempre ha sucedido, los mendigos se organizan y construyen tal escalera que hasta el castillo más alto les queda chiquito.


Recomendación de la semana

Textos: Reflexiones de un sabático por Pablo Londoño y ¿Dónde están las élites? de Luis Carlos Valenzuela

Los dos textos que mencioné en este newsletter. Ambos muy buenos. 

El de Pablo

El de Valenzuela

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Soy Andrés Acevedo (TwitterLinkedin), el escritor detrás del hit cultural 13%, el podcast sobre trabajo y carrera profesional. Más sobre mí aquí.