Durante buena parte de su vida adulta, Edward Hopper no pintó más de dos o tres cuadros al año. A Hopper la madurez le trajo cautela y entonces fue capaz de controlar sus impulsos más básicos y de no volver cuadro cada boceto que parecía prometedor. Hopper se controlaba y reservaba su energía creativa para esos pocos bocetos (2 o 3 al año) que de verdad valían la pena.
Pero incluso siendo extremadamente cuidadoso en la elección, Edward Hopper no estaba a salvo de la brecha que atormenta a todo artista. En una entrevista que dio hacia el final de su vida, se lamentaba de que sus lienzos no terminaran plasmando exactamente lo que vio con tanta nitidez en su imaginación. Entre el ideal y la creación existe una brecha insalvable.
«Lo que me duele es que lo mejor es malo», se lamenta Pessoa en su magnífico Libro del desasosiego y observa que, «Todo cuanto hacemos, en el arte o en la vida, es la copia imperfecta de lo que hemos pensado hacer».
La brecha insalvable es paradójica: siempre invisible al público, que se deleita con los Nighthawks de Hopper, a la vez está siempre presente para el artista, que mira sus Nighthwaks y se atormenta al reconocer que nunca podrá ponerse a salvo de la brecha insalvable.
Recomendación de la semana
Video: Nighthawks de Edward Hopper en Great Art Explained
Este canal de youtube me encanta.
En este video trata Nighthawks, el cuadro icónico de Hopper al que me referí.