Dicen que el escándalo de Watergate se habría evitado si tan solo «un tonto» no se hubiera tomado tan en serio lo que decía Nixon. Los asesores cercanos del presidente sabían que de él surgían dos tipos de órdenes: las que quería que se ejecutaran y las que solo daba para impresionar a alguien. La tarea principal del asesor era diferenciar entre órdenes «operacionales» y afirmaciones del ego. En una ocasión, al ser informado sobre el secuestro de un avión con pasajeros estadounidense, Nixon, que estaba comiendo con unos amigos, respondió: «bombardeen el aeropuerto de Damasco». Al día siguiente se alegró al constatar que la orden no había sido ejecutada. No había sido dada con ese fin.
Esa necesidad de impresionar se remontaba, dice Kissinger en Leadership, al carácter inseguro del presidente. Uno creería que es imposible que un presidente sea inseguro, pero la aparente contradicción se resuelve cuando se considera que hay pocas gasolinas más potentes que una buena cuota de inseguridad. La necesidad de compensar una insuficiencia —el famoso chip on the shoulder— mantiene a las personas dudando de su capacidad y los lleva a esforzarse más que el resto. A veces tanto que terminan por constituir a un presidente de Estados Unidos.
La gente tiene la idea de que la motivación humana debería surgir de un lugar bonito. De emociones positivas. De una intención constructiva. Por eso se escandalizan con el Michael Jordan que vimos en The Last Dance, pues su obsesión con humillar a sus rivales es casi de villano. Pero piense lo que uno piense de Jordan, no se puede negar la efectividad de su gasolina. Y como Nixon y Jordan hay miles de ejemplos de personas que lograron lo excepcional gracias a la insuficiencia. En Colombia, por ejemplo, está Belisario Betancur, nacido en una vereda de Amagá (que habría sido anónima toda su vida de no haber parido allí a Belisario) y que se hizo, a puro pulso, presidente de la república.
«Siempre demasiado y nunca suficiente» es el título de un libro sobre Trump, y no hace falta leerlo para saber de qué va. Ahí está Trump, increíblemente compitiendo por un segundo mandato, punteando encuestas, y nadie entiende cómo es eso posible. Pero lo que sí es posible es oler la gasolina que carbura el viejo bronceado. No huele puro, pero sí fuerte.
Insecure overachievers los denomina un autor. La inseguridad conduce al logro, pero no se cura con el logro. Una paradoja que atrapa al overachiever y lo vuelve un ser primario, que se la pasa en modo supervivencia, como Jordan inventándose enemigos donde no los hay, como Nixon posando de bravucón como si no estuviera a cargo del botón nuclear, o como Trump yendo una vez más a partir una nación en dos, en vez de retirarse al resort de golf.
Es una fuerza extraordinaria con el único problema de que está fundamentada en la duda de sí mismo. Una duda que, creo, nunca se disipa. Una condena en la que la inseguridad impulsa, pero no da respiro.
Recomendación de la semana
Documental: The Last Dance
Nunca he visto basketball, pero este es uno de las cosas más increibles que he visto. Así de bueno es. Está en Netflix.