Los empresarios colombianos están en guerra. Y la van perdiendo.
No es una guerra por la rentabilidad ni por el talento. Es una guerra por la narrativa. Durante años, periodistas y políticos han dictado la narrativa de Colombia. Ellos han sido los más vocales y los más presentes en los celulares de los votantes. Y mientras tanto, el empresario colombiano —tímido y pudoroso— ha visto desde el rincón oscuro como lo encasillan como el villano.
Hay que pensar en lo absurdo de la situación de Medellín: décadas de sudor construyeron al GEA, que hoy está asediado por un par de trinos y stunts publicitarios del Jefe Mayor de Propaganda de Medellín, o sea del alcalde Quintero. Los empresarios contestarán que mientras él habla ellos trabajan. Exactamente. He ahí el problema.
Lo mismo sucede en Colombia. Los ciudadanos callados mientras políticos, periodistas, y otras celebridades no han parado de repetir que este es un país cuya historia no ha sido más que una enorme injusticia. En este lúcido análisis del gobierno Petro, Mejía Vergnaud anotaba que no es casualidad que hoy no tengamos presidente sino un mesías redentor que promete remediar 200 años de maldad nacional.
Lo bueno de Colombia nunca ha sido protagonista porque creemos que hablar de logros está mal visto. Que mejor trabajar y dejar que otros hablen por uno. El pudor de los hacedores colombianos ha facilitado el reinado de los charlatanes.
Salió un reportaje de los CEOs más visibles en redes y ya puede uno imaginar a los demás CEOs carcomiéndose con la idea de que sus miembros de junta los vieran a ellos posando frente a cámaras, en vez de trabajando. O de pronto los detiene el temor a inscribirse, automáticamente, en el gremio de los youtubers. Cosa, por cierto, que creo que se puede evitar fácilmente (como sugiero al final de este artículo). Para solucionar el falso dilema entre comunicar y trabajar basta volver al caso del GEA en Medellín y preguntar: ¿De qué sirve dedicar toda la energía a construir el castillo si sobre el reino va a mandar el maestro de la propaganda?
Una oportunidad
No creo que haya que volverse youtuber, ni hacer el ridículo en tik tok, ni volverse un mentiroso patológico en twitter, para empezar a ganar visibilidad y quitarle «mercado» a los dueños de la propaganda.
Joe Rogan tiene el podcast más exitoso del mundo; lo escuchan +10 millones de personas por episodio: es más grande que CNN. Y va uno a verlo y no se topa con una producción muy sofisticada: apenas un par de micrófonos, un puñado de cámaras, y Joe Rogan conversando con el invitado de turno. El podcast más influyente del mundo es una cosa más bien modesta, barata, y fácil de hacer.
¿Por qué tan exitoso? En parte porque es una conversación de verdad. Es genuina. No es un video institucional en el que un CEO recita un guion que fue escrito usando las palabras más insulsas que encontraron a la mano. También por el morbo: el oyente quiere husmear conversaciones a las que no tendría acceso de otra manera. Muchos querrían escuchar a un empresario contar las estrategias que le sirvieron, la manera como negoció el contrato ganador, los golpes de suerte que le permitieron conjurar un imperio de donde solo había aire. Nadie, pero nadie es nadie, quiere escucharlos hablar de «transformación digital» o de la «importancia de la sostenibilidad».
La gente quiere entretenimiento y conocimiento. El joven colombiano sueña con crear empresa y cuando desbloquea el celular no se encuentra al empresario que lo instruye, sino a la celebridad embrutecedora que le recuerda que vive en el país del mal. Pudiendo ser cautivado por gente que ha hecho cosas buenas por el país termina capturado por gente que no ha hecho otra cosa que ganar likes a fuerza de repetir lo podrido que todo está.
El formato de podcasts de conversaciones es una oportunidad enorme. Todo gringo influyente tiene su propio podcast, sea empresario, psicólogo, o instructor de gimnasio. En Colombia tenemos que empezar a hablar más de lo bueno que tenemos y de lo bueno que hemos hecho. Hay que ofrecer una narrativa alternativa, que inspire. Eso no se logra con más columnas de opinión. Pero tal vez se logre con un bombardeo (recuerden: estamos en guerra) de contenido digital.
De un podcast de una hora pueden sacarse varios videos cortos. Por ahí derecho.
Algunas sugerencias para el podcast
1. Personal, no institucional. La gente quiere saber qué piensa la gente, no cuál fue la postura oficial que decidió el comité de relaciones públicas en la reunión de las 2 de la tarde.
2. Simple. Para que el podcast cautive debe ser frecuente. Y la única manera de que un esfuerzo sea sostenible es que sea divertido. ¿Usted disfruta conversar con sus amigos? Muy bien, ahí tiene a sus primeros invitados.
3. No es un panel. Es una conversación. Nadie quiere escuchar los mensajes preparados y preaprobados. Queremos la magia de la espontaneidad, queremos ver gente pensar en tiempo real.
4. Tiene que entretener. Insisto: la gente quiere entretenimiento y conocimiento.
Recomendación de la semana
Canción: Beautiful Strangers de Kevin Morby
Una de mis canciones preferidas. No sé nada de música entonces no me voy a extender explicando lo plácido que es su ritmo. Pero lo que más me gusta, de lejos, es la letra. Particularmente como empieza:
If you ever hear that thunder, put your eye to the sky, boy, and wonder
Maybe there’s a kingdom above the weather
Oh, and whether you’re gonna get on in is up to you