En los primeros semestres de la universidad organizábamos unos grupos de estudio enormes. Nos íbamos para el comedor de una amiga —uno de esos comedores amplios de antes— y copábamos todas las sillas. Once o doce personas estudiando al tiempo. Nunca he hecho parte de algo más ineficiente.
A diez minutos de estudio le sucedían cincuenta minutos de chisme universitario. La dinámica se alargaba hasta las dos, tres de la mañana. Amanecíamos en ese comedor para darnos cuenta que habíamos vegetado doce horas y estudiado, en total, no más de dos. A unos les encantaba el plan. Yo lo odiaba.
Siempre me imaginé que estudiar derecho iba a ser difícil, pero nunca que éramos nosotros los que lo íbamos a complicar.
Cuando entrevistamos a Camila Escobar, la presidente de Juan Valdez, me sorprendió particularmente una cosa que dijo: que había aprendido a trabajar después de renunciar a Mckinsey. Por supuesto que no lo dijo así, pero eso fue lo que yo entendí. Cuando nació su hija, Camila consiguió un trabajo medio tiempo y descubrió empíricamente la ley de Parkinson. La ley de Parkinson dice que el trabajo se expande para rellenar el tiempo disponible para él. En Mckinsey Camila trabajaba hasta tarde en la noche porque como la expectativa era que el trabajo se iba a alargar toda la noche entonces no había límites horarios. Cuando empezó a trabajar medio tiempo y tenía que terminar de trabajar a cierta hora para atender a su hija se dio cuenta que la concentración durante el trabajo se afilaba y milagrosamente lograba terminar todo lo que se había propuesto.
No es lo mismo Mckinsey a un trabajo normal, y menos media jornada, dirá alguno. De acuerdo. Pero el aprendizaje de que restringir los límites del trabajo impulsa la productividad Camila lo ha constatado en su trabajo como presidente de Juan Valdez (que no es precisamente menos retador que ser un productor de diapositivas en Mckinsey, ¿cierto?).
Esto es particularmente difícil de entender en Colombia, el país que más madruga y que trabaja más horas. Mi anterior apartamento daba a un WeWork y a las 6 de la tarde podía ver a unas oficinistas anónimas mostrándose videos de Instagram y chismoseando. Es un fenómeno extrañísimo: la gente se la pasa diciendo que quiere trabajar menos y pasar más tiempo con sus amigos y familia y aun así uno los ve extendiendo sus horas de trabajo voluntaria e innecesariamente. O hay que ver a los abogados de firma que parecen haberse quedado estancados en las piyamadas universitarias pues a las 9 de la noche piden la pizza y apenas a las 11 pm se deciden a redactar el concepto jurídico que van a terminar a las 3 de la mañana y que les va a quedar mal hecho (como todo lo que uno pretenda hacer a las 3 de la mañana). Al otro día llegan a la oficina y empiezan a hacer —ahora sí bien— lo que dificultosamente les salió —y mal— cuando ya no les quedaba ni una neurona funcional.
Es rarísimo el asunto. Yo creo que tiene que ver con que todos los colombianos tenemos adentro una culpa católica que nos hace pensar que tenemos que estar todo el tiempo en la oficina. Que no importa no alcanzar los objetivos siempre y cuando probemos que nos estamos esforzando. «No estudiamos casi, pero estuvimos ahí juiciosos en el comedor de seis de la tarde a seis de la mañana». Es una sociedad poco efectiva, pero muy juiciosa. Muy pila, como le encanta decir a la gente colombiana.
Recomendación de la semana
Liga: La Premier League
Quedan 3 fechas de la Liga inglesa y está apretada por todo lado. El Arsenal (2) pintaba para campeón pero se asustó con el City (1) que parece que va a ganar otra vez. El Liverpool (5) está apenas despertandose de un sonámbulismo que le duró casi toda la temporada y la tiene díficil para quitarle el puesto de Champions al United (4) o al Newcastle (3), aunque ambos acaban de flaquear.
En el fondo de la tabla hay 5 -¡CINCO!- equipos jugándose la vida, entre ellos el Everton de Yerry Mina.