El desmarque
Cuando uno juega futbol en el equipo del colegio no conoce lo que es una marcación de verdad. Ni en el entrenamiento más intenso se llega a sentir lo que se siente bajo una marcación obsesiva. Yo, que siempre fui defensa, rara vez soporte un marcaje. Excepto una vez que jugamos contra un colegio cuyo nombre nunca había escuchado y que quedaba en una parte de la ciudad a la que nunca había ido y a la que hoy no sabría ir. Era un partido de estudiantes de once pero los del otro equipo ni parecían de once ni parecían estudiantes. Tenían cuerpo de adultos. De adultos militares, para ser más preciso. Cuando yo subía a cabecear en los tiros de esquina, me marcaba un adulto que medía una cabeza más que yo, de manera que no me dejaba ver el corner. Me tocaba forzar una contorsión del cuello —de